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Se van a hacer la América

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Se oye hablar -y mucho- en argentino en las calles de Miami. Pero no todos son turistas. Son hombres y mujeres que, empujados por la crisis de su país, intentaron lo mismo que s
us abuelos o sus padres a principios de siglo: buscar el pan y el futuro en otra tierra. Tres de esos argentinos son Pablo Villagra (26), Florencia Guspero (su mujer, 21) y Rocío (la hija del matrimonio, 3). Y esta es su historia.

-Pablo, ¿cuándo y por qué viniste a Miami?
-Salí de la Argentina el 5 de septiembre pasado, pero planeamos el viaje dos años antes.

-¿Qué hacías allá?
-Tengo primaria, secundaria y estudios de técnico en computadoras. Además, soy parrillero de oficio.

-¿Cómo era tu vida en Buenos Aires?
-Cuando nació Rocío estábamos en la lona: no teníamos casa propia, y yo estaba sin trabajo. Nos ayudaban mis padres y los de Florencia, mi mujer, que tienen mejor pasar que los míos. Al tiempo conseguí trabajo en mis dos oficios.

-¿Cuántas horas trabajabas y cuánto ganabas?
-En la parrilla, de martes a viernes desde las 4 de la tarde hasta las 11 de la noche, y sábados y domingos, mañana y noche. Con las computadoras, el resto del tiempo. A vec
es no dormía: arreglaba computadoras antes de entrar a la parrilla, y si no, en casa, hasta las 3 ó 4 de la madrugada. Sumando todo, ganaba unos 1600 dólares por mes.

-¿Por qué elegiste Miami?
-Por el idioma. Sé algo de inglés, pero no lo hablo bien.

-¿Llegaste con algún contacto laboral?
-Con dos. Pero no me sirvieron. -¿Cuánto tardaste en conseguir trabajo?
-Una semana. Entré en un restaurante italiano, pero duré apenas una hora porque el titular, otro chico argentino, que se fue por un tiempo, volvió justo ese día.

-¿Te pagaron esa hora?
-Acá todos pagan. Mi segundo trabajo también fue en la cocina. Es el que tengo ahora, y lo conseguí a la tercera semana. Son 45 horas semanales a 6 dólares la hora: unos 1280 dólares por mes. Sí, no es de lo mejor¿ Pero al menos no tengo que correr de un lado a otro.

-¿Cuándo llegó Florencia, tu mujer?
-Veinte días después que yo.

-¿Alquilan?
-Sí. Pero por primera vez vivimos solos, porque a
ntes vivíamos con mis suegros.

-¿Qué fue lo peor que te pasó desde que llegaste?
-El afroamericano no quiere al latino. Aunque sepa hablar español, lo niega. No es fácil convivir con él

-Florencia, ¿te costó mucho dejar tu país?
-Muchísimo, porque soy muy familiera y siempre estuve muy pegada a mi mamá. Y a Rocío también, porque ya tenía su grupo del jardín, y extraña. Y más que nada, extraña a sus abuelos...

-¿Allá trabajabas?
-Afuera, nunca. La ayudaba a mi mamá en las cosas de la casa, porque tengo un hermano discapacitado. Y también le daba una mano en su parrilla de Belgrano. Pero siempre sin sueldo. Era un modo de compensar todo lo que hacía por nosotros.

-¿Cuánto tardaste en conseguir trabajo?
-Una semana. Cuido a una beba y hago un poco de limpieza en la casa. Me pagan 200 dólares por semana.

-¿Habrías hecho lo mismo en la Argentina?
-Sí: no es deshonra.

-¿Pasaste algún momento difícil?
-Sí. Una operación de vesícul
a, y de urgencia. Por suerte tenía la cobertura médica de viajero, porque esa operación cuesta unos 22 mil dólares.

-En sus empleos actuales, ¿tienen cobertura social?
-No. Pero ante una emergenc

"Llegué e instalé una panadería. Progresé. Aquí se respeta lo mismo a un mozo que a un gran profesional." (Roberto Bignes, 48)

Allá estudiaba Psicología, y aquí trabajo en un parking. Para los norteamericanos soy de segunda, pero me dan la oportunidad de crecer.

Allá estudiaba Psicología, y aquí trabajo en un parking. Para los norteamericanos soy de segunda, pero me dan la oportunidad de crecer.

"Este es nuestro mundo: una modesta habitación de hotel con baño y kitchenette. Pagamos 700 dólares por mes. No nos quejamos: conseguimos trabajo muy pronto." (Los Villagra).

"Vine porque intuí el futuro y me quedé. Tengo sesenta empleados, y veinte son argentinos." (Marcelo Páez, 37, productor y director de cine y tevé)

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