Vestida con un traje de encaje dorado, plumas blancas y –por si poco fuera– corona de más plumas y piedras, Moria llegó a ArteBA acompañada por su flamante novio, Bruno Spinetto Mendoza (33). Desde luego, sin Moria, ArteBA no era lo mismo. Y dio un rotundo “¡presente!”. Fue parte más que activa de la instalación que Edgardo Giménez (67), pionero del pop nativo allá por los 60’, urdió para Psexoanálisis, la primera película, también pop, que el director Héctor Olivera (79) se atrevió a filmar (1968, altri tempi) en el país.
Moria puso lo suyo: alegría, exaltación, verba eufórica. Olivera no cabía en sí de la emoción: la escena era, de algún modo, un reconocimiento a su vasta carrera (cuyo punto más alto, tal vez, fue La Patagonia rebelde). Giménez, pionero del pop nativo y maestro del arte gráfico, no cabía en su piel. Y para más emoción nostálgica, Moria evocó: “Nosotros nos conocimos en los años ochenta, cuando los desnudos en las revistas no eran algo frecuente. Edgardo me hizo un body art para la tapa de la revista La Semana. El título era: ‘Moria Casán, una obra de arte’. Siempre fui mutando en mi vida y hoy, haciendo balance, estoy segura de que mi cuerpo es... ¡una gran obra de arte pop! Soy la Andy Warhol... ¡con lolas!”, exclamó, al tiempo que mostraba la foto by Giménez que tiene colgada en su casa en carácter de altar pagano.
El pionero “popista” pidió la palabra: “La foto de Moria la expuse en el Museo de Arte Moderno. Desde que la tomé, en 1981 en el teatro Tabarís, ella y yo seguimos conectados, porque los talentosos debemos ser un club indestructible. Por eso la elegí ahora para esta performance, porque ella es la artista pop excelencia en esta tierra. Esta obra representa nuestros prodigiosos años sesenta. Después de ArteBA será donada al Museo de Arte Moderno. Convoqué a Moria, además, porque es una artista del Renacimiento reciclada e inmersa en el mundo actual: una Madonna pop. Es muy difícil encontrar a alguien que la reemplace, porque es no sólo una mujer con cuerpo, sino con cabeza. Como el arte pop, todavía no tiene reemplazo, ni de lejos...”. Luego de tan fogoso panegírico, Moria abrió la puerta del camarín que le destinaron en la Rural para la apertura de ArteBA. Inseparable de su novio, Bruno, autor de Migral en el stand de la galería Miaumiau, aceptó esta charla:
–¿Es la primera vez que está en ArteBA, Moria?
–Sí, siempre me gusta hacer cosas nuevas. Ustedes saben muy bien que soy una gran innovadora y una gran provocadora. Cuando conocí a Edgardo (Giménez), él no dudó: me pintó el cuerpo para la tapa de una revista: un body art... ¡cuando los desnudos estaban prohibidos! El es un gran creador... ¡y yo estoy veinte años adelantada a mi tiempo! Entiendo su obra. Esta propuesta suya me encantó, porque me gusta desdramatizar el arte, hacerlo corpóreo. Con el tiempo me voy dando más permisos.
–¿Y ahora?
–Me autorizo a jugar... ¡sin límites!
–¿Hasta qué punto?
–Buscando la armonía, permanentemente. Soy un ser libre, trasgresor y también pop, porque rompo con lo clásico y con las estructuras rígidas del pasado, todo el tiempo. Soy too much, pero...
–...
–Tengo los pies en la tierra. Los dos, y bien firmes.
–¿También vino para colgar un cuadro de su novio? –Sí. Bruno pinta, crea todo el tiempo, hace arte multisensorial... Me regaló varias de sus pinturas, aunque todavía no colgué ninguna.
–¿Qué hizo con ellas?
–Las tengo en el piso de mi casa. Pero Migral me pareció excéntrica y muy de su vida, y por eso quise que estuviera aquí. Es una obra multisensorial auténtica, arte corpóreo, y toca todos los sentidos. Tiene ira, dolor, alegría, marihuana, colonia Pibes, vidrios, ketchup, cemento, aceite de oliva, perfumes de Hugo Boss y Versace, acrílicos de colores... Y en el medio hay felicidad... y una pastilla de Migral.
–Bruno, ¿por qué titulaste Migral a tu cuadro?
–Porque hace dos años sufría de migraña y tomaba seis o siete de esas pastillas por día, hasta que tuve una trombosis. Yo vendo autos y entreno a chicos como profesor de tenis, pero el arte me relaja y me conecta con el universo creativo y sensible. Por eso me gusta estar cerca de Moria.
–Moria, ¿si tuviera que pintar su hoy, cómo sería?
–Estoy viviendo un gran dejà vu. Me siento feliz, recorriendo cosas que ya viví, pero más sabia. Me doy más permisos, y hasta me acepto como una obra de arte popular. Los colores serían muy vivos, como los que usaba Andy Warhol... ¡y el cuadro sería una gran revolución cultural!
Después de su performance en ArteBA, la reina del tratamiento ortomolecular posó con Edgardo Giménez y el director de cine Héctor Olivera, que usó esta escenografía en la película Psexoanálisis, de 1968, protagonizada por Norman Briski y Libertad Leblanc.
Marta Minujín construyó un obelisco gigante de chocolate, y sus Minujinas le brindaron a Moria una pequeña esfinge –también de chocolate– con la cara de la excéntrica artista.
Moria y su novio, Bruno Spinetto Mendoza, en el stand de la galería Miaumiau, donde el caballero expuso su obra Migral: un cóctel de marihuana, colonia Pibes, vidrios, ketchup, cemento, aceite de oliva, perfumes Hugo Boss y Versace, acrílicos de colores y una gragea del famoso analgésico que da título a la obra.
