El Pocho está feliz, y con razón. Después de un mes sin poder jugar por una delicada lesión muscular en el bíceps femoral, Ezequiel Iván Lavezzi (29) volvió a la cancha junto al Paris Saint Germain (PSG)... y con un gol que contribuyó a la victoria ante el Bordeaux por 3 a 0.
El delantero argentino –que supo ser ídolo de los napolitanos como antes sólo lo había sido Diego Maradona– se hace querer también entre los hinchas del club del barrio más romántico de París –romanticismo al cuadrado, sí–. El cariño de los franceses se hizo sentir en las callecitas donde el más sexy del Seleccionado argentino paseó con su novia desde hace cuatro años, Yanina Screpante (31).
SUBETE A MI VESPA. Junto a ella disfrutó de su tarde libre y caminó ajeno a los paparazzi, tras estacionar su cancherísima Vespa muy cerca del mítico Café de Flore, sobre el mismísmo Boulevard Saint Germain, donde hicieron un alto para tomar un aperitivo.
Antes habían recorrido el circuito déco en busca de objetos y piezas únicas, ya que Yanina es diseñadora de interiores y hoy tiene su energía puesta en dedicarse a su carrera, que estudió en Buenos Aires antes de radicarse en Nápoles con el Pocho.
Claro que corrió por cuenta de Yani la decoración de la casa parisina a la que se mudaron hace dos años, luego de que el PSG desembolsara 26 millones de euros (y un contrato de 4,5 por temporada) por el goleador. Screpante ya se ocupó también de decorar otros pisos en la Ciudad Luz, meca del diseño y la moda, otra de sus pasiones.
Leé la nota completa en la edición 2572 de GENTE. 
De buen humor, el Pocho y Yanina pasearon en Vespa y estacionaron muy cerca del Boulevard Saint Germain, donde los descubrió GENTE.
En su paseo por las callecitas parisinas se puso de manifiesto el cariño que sienten por el Pocho los hinchas del PSG, contra cualquier prejuicio que indique que los franceses son fríos.
La pareja recorrió el circuito déco, en busca de objetos y piezas únicas, ya que Yanina es diseñadora de interiores y hoy tiene su energía puesta en dedicarse a su carrera, que estudió en Buenos Aires antes de radicarse en Nápoles con el Pocho.
Románticos, pararon por un aperitivo en el clásico Café de Flore al caer la tarde. El Pocho no paró de mimar y consentir a su mujer.
