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El triunfo del alma

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"Mamita, cómo sufrimos!”. “¡No entró el pinche cabrón!”. “¡Por Dios, qué manera de cortar clavos!”. “¡La chingamos, no hubo manera, guey!”. Ya está. Ya terminó. Ya estamos en cuartos. Ahora toca Alemania en Berlín. Pero eso será el viernes recién. Ahora, acá, en Leipzig, lo único que se escuchan son dos sensaciones bien definidas. Las voces argentinas son una mezcla de euforia y angustia superada. Las mexicanas dicen lo que recreamos y expresan sus rostros: resignación, tristeza, bronca por un triunfo que hasta el final, casi, pareció más de ellos que nuestro. Así que ahora desfilan como zombies derrotados todos esos aztecas, atormentados por un coro atronador, el “…volveremo’ a ser campeones/como en el 86”.
Al final tenía razón nuestro compatriota Ricardo La Volpe –arquero campeón mundial en Argentina 78 con el Flaco Menotti, ahora técnico mexicano–, en el Hotel Marriot de Leipzig. Ya era la madrugada del sábado, día del partido, y lo cruzamos poco antes de que se fuera a dormir. Allí paraba la delegación mexicana, así que el lobby era un ir y venir de banderas verdes, blancas y rojas, aunque nada llamaba más la atención que ese individuo bajito al que todos le dicen El Santo. Torso desnudo, barriga generosa, la cara cubierta por una máscara de hule tipo catch, calzas plateadas, botitas al tono y una bandera mexicana a modo de capa. Por eso no pasó mucho hasta que uno de los empleados de seguridad lo encaró, planilla de pasajeros en mano:

–Perdón, señor. ¿Su nombre?

–El Santo, para servirle. ¿Por…?

–Es que por orden de la delegación mexicana, aquí sólo pueden estar pasajeros del hotel –dijo con voz de reglamento el security.
–Pos no hay problema: de verdad, me llamo Omar Prieto, habitación 504…

Bueno, mientras el Santo defendía sus derechos cinco estrellas, La Volpe anticipaba: “Para México va a ser el partido de su vida. Nos podrán ganar, pero este equipo va a dejar todo, de eso estoy seguro. Este es un encuentro aparte, como esos River-Boca donde no importa cómo llega uno y otro: la carga emotiva es tan grande que los dos van a estar con todo”.

PRIMER TIEMPO. Y estaban con todo… los mexicanos. Arrollando a nuestro Seleccionado desde el comienzo. Y dejándonos mudos con ese gol de entrada de Márquez. ¡Seis minutos, apenas! Y en seguida, a los diez, el respiro que trae el empate de Crespo. ¿De Crespo o de Borgetti? Porque en la repetición pareció más gol en contra que otra cosa. Aunque Hernán, más tarde, a la salida del vestuario, despejaba dudas: “Lo hice yo. Te juro que la metí con el juanete. Es verdad, sí, él la cabeceó, pero después yo la alcanzo a tocar con la punta del botín. Fue un gol clave, el más importante que hice en este Mundial…”.

Uno a uno, entonces. Y pese a que todo estaba como al comienzo, se iba plasmando la confirmación de lo que puede llegar a sufrir Argentina por depender exclusivamente de Riquelme a la hora de elaborar el juego ofensivo. El ex de Boca y actual jugador del Villarreal impone un ritmo cansino que a veces resulta exasperante. Ideal cuando estamos en ventaja y hay que dormir el partido, pero contraproducente cuando lo que se necesita son goles que te lleven a Berlín. Una noche floja para un día especial, el de su cumpleaños número 28 (sí, los cumple el mismo día que Messi). “El sábado, el plantel nos regaló a mí y a Lionel un DVD portátil para poder ver películas en la concentración. Me sorprendieron con el regalo. Fue muy lindo poder estar con ellos. Antes, la misma madrugada del partido, Sergio, un amigo (por Hendler, el periodista de Canal 13), me había regalado una torta y soplé las velitas. ¿Los deseos? Uno de ellos lo puedo decir porque ya se cumplió: ganarle a México. Este fue el mejor regalo. Todos sentíamos que éste era el gran partido a ganar. Por suerte lo logramos. Me voy contento por el resultado, y también un poco triste porque no estuve muy preciso en los pases”.

Ante esa carencia de alternativas ofensivas, mirando el banco de Pekerman, la pregunta surgía del sentido común: ¿cuántos técnicos del mundo se darían el lujo de prescindir de Messi o de Tevez teniéndolos a mano? Y ojo, no se habla de excluirlo a Román, sino de complementarlo con uno de ellos, o con los dos.

SEGUNDO TIEMPO. El banco no se mueve. Hay que seguir sufriendo. Otro de los factores que explican por qué Argentina está sufriendo tanto, por qué México parece el equipo con toda una historia atrás y no al revés, es que los de Pekerman no logran adueñarse de la pelota. Y en el fútbol, así en el potrero como en una noche en Leipzig, cuando uno no tiene la pelota, termina corriendo detrás de ella.

Por fin, a los 75’, el técnico manda a la cancha a Tevez (por Crespo). “José me dijo que entre y encare, porque los defensores mexicanos estaban cansados. Y eso fue lo que intenté hacer. Lástima que en un par de jugadas me faltó el cachito necesario para terminarlas bien. Parecía que hubiese entrado con los rollers puestos. No sé por qué, pero no les puedo encontrar la vuelta a los botines. Hoy, que me puse tapones altos, también me caía”, explicaba Carlitos al final.

Pablito Aimar (por Cambiasso) y Lionel Messi (por Saviola) terminaron de darle definitivamente otra fisonomía al equipo. Sobre todo otra dinámica de tres cuartos de cancha en adelante. Y así llegó el alargue. Y ese golazo de Maximiliano Rodríguez que logró que Argentina se soltara, demasiado tarde, pero se soltara al fin. “Sabíamos que México iba a ser un rival muy duro. Metieron como loco. Por momentos parecía que jugaban con dos tipos de más. Por suerte se pudo ganar con ese golazo de Maxi. Un irresponsable… ¡Pegarle así a la pelota, y de zurda…! Fue un gol de otro partido. Seguramente va a quedar como uno de los mejores del Mundial”, analizaba Tevez.

Antes de subirse al micro, Crespo también lo elogiaba. “Es verdad, empatar rápido fue clave, pero grité más el gol de Maxi. Afuera de la cancha la cosa se ve distinta: sufrís mucho peor. Igual estaba tranquilo, porque parecía que en cualquier momento Argentina la metía. Cuando entran los Globe Trotters (por Messi y por Tevez), es terrible. Son dos jugadores bárbaros, pero si los tenés enfrente querés matarlos: te encaran todo el tiempo, son una pesadilla. Eso demuestra lo fuerte que está el equipo. El que entra cumple”.

Ya está. Sufrimos pero ya está. Ahora a conquistar Berlín. Y a seguir soñando.

El team de Pekerman levanta los brazos en señal de agradecimiento para los argentinos que estuvieron en el Zentralstadion y para los que siguieron el encuentro ante los hermanos aztecas por televisión. “<i>Uno de mis deseos de cumpleaños fue ganar este partido</i>”, confesó Riquelme, quien el sábado llegó a los 28.

El team de Pekerman levanta los brazos en señal de agradecimiento para los argentinos que estuvieron en el Zentralstadion y para los que siguieron el encuentro ante los hermanos aztecas por televisión. “Uno de mis deseos de cumpleaños fue ganar este partido”, confesó Riquelme, quien el sábado llegó a los 28.

A los 5 minutos del primer tiempo, apenas iniciado el encuentro, Rafael Márquez abrió el marcador para México. La sorpresa duró 240 segundos, porque a los 9, Hernán Crespo interceptó un centro “con mi juanete” –declaró– y, ayudado por Jared Borgetti, logró el empate.

A los 5 minutos del primer tiempo, apenas iniciado el encuentro, Rafael Márquez abrió el marcador para México. La sorpresa duró 240 segundos, porque a los 9, Hernán Crespo interceptó un centro “con mi juanete” –declaró– y, ayudado por Jared Borgetti, logró el empate.

Roberto Ayala repitió una muy buena actuación y fue un verdadero pilar de la defensa argentina. El 2 de la Selección no tuvo fallas y le dio presencia al equipo desde el fondo.

Roberto Ayala repitió una muy buena actuación y fue un verdadero pilar de la defensa argentina. El 2 de la Selección no tuvo fallas y le dio presencia al equipo desde el fondo.

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