“El año que viene corre nuestro hermano Toto. ¡ Y vamos a meter el podio completo!” – GENTE Online
 

“El año que viene corre nuestro hermano Toto. ¡ Y vamos a meter el podio completo!”

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No quiere –ni puede– levantarse de la siesta: el físico no lo deja. Marcos Patronelli (28) acaba de recorrer 9.000 kilómetros en cuatriciclo por los rincones más duros de la geografía argentina y chilena. Por si fuera poco, hace una quincena que duerme un promedio de cuatro horas por día, ¡y eso sin contar la última noche! “Estaba tan nervioso que no pude pegar un ojo. ¡Había que llegar a Bolívar como sea!”, confiesa el primer piloto de América en consagrarse en un Rally Dakar tras 32 ediciones corridas.

Su hermano Alejandro (31), que terminó segundo en su debut (a dos horas y 22 minutos de su hermano menor), parece más entero. Tiene una sonrisa indeleble, un celular que no deja de cantar y el ánimo por el cielo. “Lo único que me falta es dar una vuelta en la cancha de Boca, con Palermo y Maradona arriba de nuestros cuatris. Si La 12 corea mi nombre me pongo a llorar ahí mismo”, fantasea el mayor. “Arriba del tuyo, dirás, porque yo me voy a festejar a la de Racing”, retruca el más chico. Su familia también festeja: Roberto y Mónica –los padres–, Toto, Clara y Nello –los hermanos–, Luciana y Meme –las respectivas novias– y Charity –la mascota–.

Todos ellos, los mismos que recorrieron las 14 etapas a bordo de un motorhome, se reúnen en la parrilla Los Platitos, fieles a su cábala, y brindan por el mejor final que pudo tener la epopeya. La misma suerte que tuvieron Carlos Sainz en autos, Cyril Despres en motos y Vladimir Chagin en camiones. GENTE charló en exclusiva con el Loquillo y el Bagre –como les dicen sus íntimos–, que además de volar sobre cuatro ruedas profesan con orgullo la primera de las leyes de la Naturaleza: ¡los hermanos sean unidos!

–¿Hay una fórmula para ganarle a Marcos Patronelli?
 Ale: Noo, no se puede. Además, ¿para qué le voy a querer ganar? Si es mi hermano...

–Alejandro fue el único que te pudo seguir el ritmo.
Marcos: Yo ya sabía que era un gran piloto, pero me sorprendió lo bien que navegó. Le saqué dos horas sólo porque tuvo un inconveniente con el radiador.

–¿Nunca aceleraste para acortar distancias, Ale?
Ale: Sí. En el desierto le metí bastante, pero Marcos me decía: “¿Qué hacés Bagre? ¿Se te traba el cerebro?”. Yo quería ir para adelante y alcanzarlo.

–También te vimos llorar el Día de Reyes...
Ale: Fue un milagro. Entre Copiapó y Antofagasta (Chile) recorrí 480 kilómetros por las montañas, sin una gota de agua. Llegué con el motor y las mangueras del radiador derretidas. Cuando alcancé el enlace, lloré durante 30 kilómetros. Fue el mejor regalo de Reyes.

–Habrás sufrido mucho.
Ale: No paré de rezar y de hablarle al cuatri: “Dale, loco, que llegamos... ¡Un poco más!”.

–Tienen la sana costumbre de hablar mucho con la máquina, ¿no?
Marcos: En esta carrera le hablé mucho más que el año pasado. Es necesario. Si no, te volvés loco.

–¿Les contesta?
Marcos: El Doo II –nuestro cuatri– es nuestro terapeuta. No habla, pero nos deja tranquilos.

–Sacaron una enorme ventaja en la parte más complicada del Dakar. ¿Después fue todo más fácil?
Marcos: No me gustaba la idea de estar adelante, porque en esta competencia todas las miradas caen sobre el líder, y puede ser contraproducente. Pero cuando me relajé pude navegar tranquilo.
Ale: Sí. Después nos dedicamos a mantener la diferencia. La segunda parte fue mucho más cautelar. De hecho, el piloto español que salió tercero, Juan Manuel González Corominas, siempre agarraba a papá en el campamento y le aconsejaba que bajáramos el ritmo, que íbamos demasiado rápido. “¡La carrera dura 15 días, joder!”, nos retaba.

–¿Que tal la relación con el resto de los competidores?
Ale: Excelente, en la ruta hay un gran espíritu deportivo.
Marcos: Tal cual... Desde el primero hasta el último. Si te pasó algo, todos frenan para ver cómo estás. La carrera es tan larga y peligrosa que nos tenemos que cuidar y ayudar entre todos.

–Como en todo Dakar, estuviste cerca de accidentarte.
Marcos: Tuve suerte, pero pudo ser mucho más grave. Se me salió una rueda entre Iquique y Antofagasta (séptima etapa). Justo estaba por encarar una curva. Si la rueda salía volando unos metros después, todavía estaba dando vueltas con el cuatri... ¡y ésta no la cuento!

–¿Tuviste miedo?
Marcos: Y, sí. Perder el control a 120 por hora no es muy divertido. A esa velocidad nada depende de vos.

–Ataron la rueda con alambre, literalmente.
Marcos: Lo arreglamos con Ale en dos minutos. Reemplazamos una tuerca que se perdió por un alambre. Un método bien autóctono, ¿no? Pero llegué bárbaro. Sirvió.

–El día de reposo te acusaron de tener asistencia fuera del campamento. Te penalizaron con tres horas y te quisiste ir. ¿Qué pasó?
Marcos: Sí. No descansamos mucho que digamos. La denuncia no tenía sentido. Por eso me agarró un ataque de locura. Ahí mandé a los franceses a correr a Francia. Soy blanco o soy negro: a medias no hago nada.

–¡Pensá que si renunciabas, ahora no estarías disfrutando todo esto!
Ale: ¡No importa! Nos estaban acusando sin pruebas. Fue algo muy raro.

–¿Quién es el próximo Patronelli que se une al Dakar?
Toto: ¡Yo! (interrumpe Gabriel, 30) En el 2011 metemos el podio completo. ¡Y después grabamos un disco!

–Dicen que el próximo se corre en Africa. ¿Se van todos para allá?
Marcos: Falta mucho. Primero, unas semanas en Cariló.

–¿A quién le dedican el triunfo?
Ale y Marcos: A nuestra familia. Nos cuidamos como hermanos. ¡Por eso ganamos! Marcos y Alejandro, conocidos como el Loquillo y el Bagre, festejan el primero y segundo puestos en la ciudad de Bolívar, el último eslabón de la carrera.

Marcos y Alejandro, conocidos como el Loquillo y el Bagre, festejan el primero y segundo puestos en la ciudad de Bolívar, el último eslabón de la carrera.

Marcos saluda a la cámara luego de finalizar una agitada etapa.

Marcos saluda a la cámara luego de finalizar una agitada etapa.

Hasta allí llegaron con sus cuatriciclos, bautizados ambos como el Doo II.

Hasta allí llegaron con sus cuatriciclos, bautizados ambos como el Doo II.

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