“Cuando subo al ring pienso que no quiero vender plumeros nunca más en mi vida” – GENTE Online
 

“Cuando subo al ring pienso que no quiero vender plumeros nunca más en mi vida”

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–Baldomir, ¿en qué piensa cuando sube a un ring?
–Pienso en mis hijos, en que no quiero que pasen hambre, y recuerdo de dónde salí…

–¿Y de dónde salió, Carlos?
–Vengo de una familia muy humilde y, para poder comer, vendí plumeros desde los 13 hasta los 30 años. Por eso, cuando subo al ring pienso que no quiero vender plumeros nunca más en mi vida.

El luchador. Carlos Baldomir (Tata para los amigos) nació el 30 de abril del 71 en el barrio Los Hornos de Santa Fe. “Primero vivimos en un ranchito al lado de una cava. Después construimos una casita en el barrio Altos Noguera. Mi vieja siempre se las rebuscó para que hubiera algo en la mesa, pero nunca tuvimos la ropa necesaria, ni buen calzado. Un par de zapatillas de marca era como un sueño”, recuerda el campeón welter del Consejo Mundial de Boxeo. Carencias, mucho frío, patear y patear la calle vendiendo plumeros y una ilusión de estrella de box marcaron la infancia que vivió el Tata en el norte de Santa Fe. “La última pelea de Monzón frente a Valdez me marcó. Nos juntamos casi cuarenta personas en casa de un vecino que tenía televisor. Aquel día despertó en mí la idea de ser boxeador. Tenía cinco años…”, apunta.

Baldomir pisó un gimnasio por primera vez recién a los 13 años. Fue también cuando comenzó a golpear las puertas de sus vecinos para ofrecerles los plumeros que fabricaba su tío. “Es que mi familia es ‘plumerera’”, explica a través de este neologismo. Y aunque esa herencia comenzó como una ocupación para dar una mano, terminó en un trabajo que duró 17 años. En el medio pulió pisos, le declaró su amor a Graciela Peralta (34) y estampó su compromiso en el Registro Civil de su ciudad. Y claro, llegaron las cuatro razones por las que nunca se bajó de un ring: Florencia (16), Carlos (13), José Ignacio (5) y Lourdes (4).

–¿Qué era más redituable por aquellos tiempos? ¿El box o la venta de plumeros?
–(Piensa)… Lo bueno del box es que por ahí agarraba 500 pesos juntos. Con la venta de plumeros, en cambio, vivía al día.

–¿Cómo hacía para entrenar y trabajar al mismo tiempo?
–Para las 36 peleas que hice en el país nunca pude prepararme, porque tenía que trabajar. Me iba de casa tres días, a vender en los pueblos vecinos. Cuando volvía, si me ofrecían una pelea con cinco días de anticipación, la agarraba. Mi única preparación era caminar. Gané muchas veces sin entrenar, pero también perdí nueve peleas.

–Luchar por el título mundial parecía imposible…
–Claro, porque necesitás un buen récord. Lo peor llegó en 2002, en una eliminatoria en México por el título mundial frente al local José Luis Cruz. Había ganado y me dieron empate. Para colmo, no me pagaron la bolsa de 25.000 dólares. Y necesitaba tanto esa plata para seguir adelante… Hacía tres pasos para adelante y uno para atrás. ¡No llegaba nunca!

–¿Pensó en colgar los guantes?
–Estuve a punto. Cuando regresé a Santa Fe, Amílcar Brusa me dijo: “¿Querés pelear por el título del mundo? Tenés que instalarte en los Estados Unidos”. Decidí viajar, creyendo que en un año iba a tener la chance, y pasaron cuatro… Se me pasaba el tiempo, ganaba muy poco dinero y estaba lejos de mi familia. ¡Fue durísimo!

La cenicienta se hizo reina. Una piedra en el zapato de Don King. Es lo que significó Carlos Baldomir el 8 de enero de este año, cuando venció al indiscutido Zabh Judah y se quedó con la corona welter del Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Aquel día, la mejor versión del Tata le hizo un homenaje a su ídolo Carlos Monzón y arruinó un negocio millonario en el Madison Square Garden. Los medios locales lo calificaban de “paquete”, y las apuestas lo daban 16-1 abajo. “Le daré a Baldomir 30 segundos de fama”, decía su rival, que ya tenía todo acordado con el hombre de los pelos de punta para enfrentar a Floyd Mayweather por nueve palos verdes. No pudo ser, porque Jimmy Lennon –aquí le dirían “la voz del estadio”– tuvo que anunciarle a un público incrédulo la victoria de ese argentino guapo y desconocido. El punto se transformó en banca. Y embolsó, además, 100 mil dólares. “Pensar que a los 35 años iba a ganar una pelea por el título mundial en el Madison Square Garden, era una locura. Más si pensamos que ese 8 de enero se cumplían once años de la muerte de Monzón…”, evoca el campeón.

–Está claro que ese día cambió su vida…

–Logré una tranquilidad económica, pero sigo siendo el mismo. Aunque en mi país nunca me reconocieron, como deportista estaba realizado. Había ganado por todo el mundo. Empecé a tomar el boxeo como un negocio y busqué una chance mundial. Si no ganaba iba a obtener un buen dinero.

–¿Ya aparecieron los “amigos del campeón”?

–A casa sigue entrando la gente de siempre. Por ahora no apareció ningún pariente nuevo reclamando guita (risas). Hoy les agradezco a los que me aguantaron en las malas. Claro que me alcanzan los dedos de una mano para contarlos.

–Muchos boxeadores que alcanzaron la fama tuvieron un final trágico. ¿Tiene los pies sobre la tierra?
–Llevo siete meses como campeón mundial y, creo, todavía soy el mismo de siempre. Si bien gané una buena bolsa no puedo contar los billetes; por eso no la siento. Tal vez a los 19 años me la hubiese creído. Pero me tocó a los 35 y en un momento en que mi categoría se cotiza mucho. Es doble mérito: ningún boxeador argentino fue campeón por primera vez a esta edad.

–¿Cree que su victoria en Atlantic City frente a Arturo Gatti sirvió para la gente que dudaba de sus cualidades?
–Y… Lo noqueé en el noveno. Ya no pueden dudar de mi categoría. El periodismo de Buenos Aires nunca creyó en mí. No me conocían, pero podrían haberse informado. Ahora comparan mi pelea con la de Monzón-Benvenutti o la de Coggi-Patrizio Oliva. Me emociona, para mí el dinero no lo es todo.

–¿Se sentía ninguneado?

–Me ignoraban. Yo ganaba en Europa por knock out y no existía, y realzaban a uno que peleaba en Buenos Aires por el título argentino. ¡Nunca me ternaron para un Olimpia! Estoy invicto desde el 98 y nadie se daba cuenta. Tampoco cubrían mis peleas. ¿Costará tanto viajar a Las Vegas? Ojo, ahora que no aparezcan. Así me fue bien…

–¿Piensa en el retiro?
–La pelea por el título me tocó a los 35 años. Hubiese sido lindo que me pasara antes. A esta edad entrenar cuesta el doble. Por ahora pienso en una defensa y retirarme.

–Pero ya se habla de una pelea con Oscar De la Hoya por unos diez millones de dólares…
–¡Ufff! Nunca lo hubiera pensado, es mucha plata. Pero ahora pienso en Mayweather. Creo que es un boxeador que no me hará daño, porque viene de un peso inferior. La empresa de Oscar quiere entrar en la promoción de esa pelea y firmar un contrato para que el ganador pelee con él. Realmente lo aprecio mucho. No me gustaría verlo en la lona…

Dos días después de llegar al país, el boxeador descansa en su nueva casa de Santa Fe. Baldomir jura que no acepta a los “<i>amigos del campeón</i>”. Afirma con convicción que “<i>a mi casa entran los amigos de toda la vida</i>”.

Dos días después de llegar al país, el boxeador descansa en su nueva casa de Santa Fe. Baldomir jura que no acepta a los “amigos del campeón”. Afirma con convicción que “a mi casa entran los amigos de toda la vida”.

Carlos Baldomir retuvo su título welter y se lució en Atlantic City frente a doce mil espectadores. Arturo Gatti, canadiense radicado en los Estados Unidos, besó la lona en el noveno asalto. Knock out técnico y victoria. “<i>Creo que Mayweather no me hará daño</i>”, dice, esperando su próxima pelea.

Carlos Baldomir retuvo su título welter y se lució en Atlantic City frente a doce mil espectadores. Arturo Gatti, canadiense radicado en los Estados Unidos, besó la lona en el noveno asalto. Knock out técnico y victoria. “Creo que Mayweather no me hará daño”, dice, esperando su próxima pelea.

Por primera vez, Carlos Baldomir pudo llevar a toda su familia a los Estados Unidos. En la foto, Carlos con Lourdes (4), Florencia (16), José Ignacio (5), su mujer, Graciela, y Carlos Junior (13), en su llegada a Ezeiza.

Por primera vez, Carlos Baldomir pudo llevar a toda su familia a los Estados Unidos. En la foto, Carlos con Lourdes (4), Florencia (16), José Ignacio (5), su mujer, Graciela, y Carlos Junior (13), en su llegada a Ezeiza.

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