«Ahora soy la mujer más feliz del mundo» – GENTE Online
 

"Ahora soy la mujer más feliz del mundo"

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Es sensible, fresca, transparente y muy familiera. A raíz de su éxito –junto a Chayanne y Araceli González protagoniza Provócame, con 27.4 puntos de rating, la novela del momento, y arrasa en cine con su primera película, Chiquitita
s Rincón de Luz– en la calle, la gente (cualquiera sea la edad) le pide autógrafos. Pero ella no se la cree. Es la típica antidiva: llega a la producción de fotos veinte minutos antes de lo previsto, en jeans, sin maquillaje y con el pelo recogido. Sin asistentes ni agentes de prensa. 

Es sábado y son las siete de la tarde cuando entra a la Mansión Alzaga Unzué del hotel
Hyatt con su hijo Franco (1 año y cinco meses) en brazos y acompañada por su padre, el productor televisivo Gustavo Yankelevich. Saluda a todos con un beso y pregunta dónde hay un baño para cambiarle los pañales al bebe. Viene de pasar una tarde en familia y está lista para trabajar. 

Mientras la maquillan y la peinan, Yankelevich se encarga de entretener a Franco con un camioncito, que se mezcla entre los cables y las luces que prepara el fotógrafo.
Cuando el día de mañana le pregunten al gordo cómo empezó su carrera… –dice Gustavo– ¿Qué va a hacer si no es esto? Nació entre cámaras, como todos en la
familia
”.

Una hora más tarde llegará Darío Giordano, marido de Romina, que viene de trabajar en Telefé (para más datos, es productor técnico del canal). Recién entonces el abuelo se retirará tranquilo del lugar, no sin antes despedirse de su hija con un beso (se nota que hay mucha afinidad entre ellos) y de su nieto con un
choque los cinco” (un código que entienden ellos; se golpean las manos). Cuando la producción está en marcha, es la suegra de Romina quien llega a buscar a Franco para llevárselo a dormir. Darío se quedará durante toda la producción para asistir y mimar a su mujer entre toma y toma. Aunque no parezca, Romina tiene todo perfectamente sincronizado. Cuando se trata de su trabajo y de su familia, no deja nada librado al azar. 

–¿Podrías trabajar sin la ayuda de tu familia? 
–Creo que no, que no podría hacer nada. Mi vida sería un trastorno. Para mí, la familia es primordial. Yo necesito estar rodeada de todos ellos para funcionar con tranquilidad. Y más desde que nació Franco. Es necesario para mí saber que los tengo y que puedo contar con ellos. Son mi gente de confianza y sólo si están conmigo me siento relajada. Es que yo soy muy estructurada en todo. Necesito de mi gente, mi lugar, mis cosas, para sentirme protegida y con la casa en orden. 

–¿Tenés algo de diva? 
–Nada de nada. Siempre fui así. Además, la gente se identifica conmigo porque soy una antidiva. Debe ser porque me crié en este medio y lo conozco muchísimo. Me encanta, claro. Pero si tengo que elegir entre las luces y los flashes y la tranquilidad de mi casa, no lo dudo ni un instante. Sin ir más lejos, el día del estreno de Chiquititas te diría que casi me escapé del cine con mi marido cuando terminó la película. Quería llegar a casa, abrazar a mi hijo, ponerme las pantuflas y bajar a tierra. En menos de una hora, estaba de vuelta en mi realidad, comiendo arroz del
tupper y calentándole la pizza a Darío. Sin las cámaras, lejos de los halagos. Sin el spray en el pelo, estilo
Cachavacha, como más me gusta a mí (se ríe). Porque aunque resulte increíble, yo disfruto más de mi hogar que de todo lo que acompaña a esta profesión. Nada me da más placer en la vida que llevar a mi hijo a la plaza y sentir que no soy esa chica del afiche, sino una mamá normal, como cualquiera que hamaca a su hijo. 

–¿Alguna vez te mareó el éxito?
–Yo creo que por una inconsciente cuestión de culpa o de vergüenza nunca me la creí. Tal vez para que la gente no pensara que era una antipática o una agrandada por
ser la hija de” siempre tuve mucho respeto por todos los que trabajaban conmigo. Además porque justamente mis padres me educaron de esa forma. 

–Ya que nombraste a tus padres, ¿qué es lo que más admirás de ellos?
–Mi vieja (Cris Morena) tiene un enorme talento, me encanta lo que hace. En su trabajo, es una mujer superexigente. Y como madre, te diría que ahora tenemos una relación bárbara, estamos pasando por un momento muy bueno. En el sur, mientras filmábamos
Chiquititas, fue lindísimo porque ella por momentos se desconectaba del trabajo
(N. de la R: Cris es la directora general del proyecto) y venía a casa, jugaba con Franco, charlábamos, todo muy relajado. Nos divertimos muchísimo juntas. Y de papá (el empresario televisivo Gustavo Yankelevich, ahora al frente de
Provócame)… ¿qué te puedo decir? El tipo es un capo. ¿Cómo no voy a trabajar con él si es el mejor en lo que hace? Por eso cuando me preguntan –tal vez con doble intención– si laburo en la novela por él, yo digo que sí. Y estoy orgullosa de que me haya elegido. En la novela casi no lo veo, pero por cosas que suceden me doy cuenta de que ahí estuvo su mano. Y eso es bueno, porque también me gusta que cada uno tenga su lugar, siempre sabiendo que si necesito algo, puedo contar con él. Con mi viejo tenemos una relación muy especial. Podemos estar toda una tarde en silencio y entendernos perfectamente. Para mí, él es pura genialidad y ternura. 

–Antes dijiste que alguna vez llegaste a sentir culpa por “ser la hija
de
”… 
–Sí, cuando era más chica y más insegura de lo que soy ahora (se ríe). Igual creo que todos crecimos mucho. Y el hecho de tener a mi marido, a mi hijo, una familia, horarios, mi casa y demás, me hizo mucho más independiente. Ya no me afecta tanto el qué dirán. Pero cuando era más chica no sabía cómo manejar el tema. Es verdad que quizá no era buena actriz o no estaba preparada para ciertas cosas, pero creo que también tenían que darme la oportunidad porque recién empezaba. De hecho acá llegué: tuve el éxito de
Chiquititas, llenamos el Gran Rex, ahora está la película y la novela
Provócame. Y debe ser porque también algo bueno debo tener. Pero ahora estoy mucho más segura con la mirada de los demás y también con la de mis viejos. Ya no necesito tanto su aprobación. Sí, como hija, me gusta que estén orgullosos de mí. 

–¿Jamás quisiste dedicarte a otra cosa?
–Sí, de hecho nunca se me había ocurrido ser actriz, me decidí jugando. Hasta los 15 años quería ser abogada o cualquier cosa que no tuviera nada que ver con la tele, tal vez renegando del legado familiar. Pero un día a mamá se le ocurrió la idea de
Jugate conmigo, y como mi pasión siempre fue el baile, me presenté al casting sin que nadie supiera quién era yo. Y quedé elegida.

–¿Te gustaría en algún momento despegar de tu familia y trabajar con Suar, con Tinelli …? 
–Sí, de hecho el año pasado, cuando estaba sin trabajar porque había nacido mi hijo, surgieron varias propuestas de otros canales y productoras. Una sola fue de Telefé, las demás vinieron directamente de Pol-ka, pero no acepté porque se trataba de una tira diaria y yo necesitaba de mucho tiempo para estar con Franco. Llegué a tener una reunión con Suar, que me pareció un tipo superagradable, y quedamos que en algún momento íbamos a trabajar juntos. 

–Además de tus padres, ¿qué otras presiones del medio te condicionaron?
–El tema del cuerpo siempre me condicionó. En la tele de hoy, la exigencia de tener un cuerpo perfecto es muy fuerte. Y muchas veces me lo hicieron sentir, sobre todo en los primeros años de
Chiquititas, porque yo estaba gorda e insegura. Sufría mucho porque no estaba en un buen momento, me pasaba que no sabía bien qué quería de mi vida. Encima tenía un protagónico que sentía que me superaba y lo canalizaba por la comida. Lo peor era la exigencia de cierta gente que me decía:
Estás muy gorda, tenés que bajar, la ropa no te entra”. Fue horrible… Cuando era gorda, sufría mucho.

–¿Y cómo lo superaste?
–Me costó muchísimo, pero por suerte no huí y traté de estar mejor. Y el público me ayudó mucho. Una de las cosas lindas que me pasaba entonces era que salía a la calle y la gente me aceptaba igual. Muchos me decían:
Pero si vos sos una persona normal”. Para mí lo que pasa con la tele es que la gente no se identifica con la chica perfecta porque no todo el mundo puede acceder a ese modelo. Yo creo que tengo éxito porque soy una chica normal. 

–Alguien que demuestra que se puede tener éxito sin ser una chica 90-60-90...

–Claro, una persona normal que demuestre que se puede llegar sin ser perfecta. No se dan cuenta de que el mensaje que dan desde algunos programas es peligroso para las chicas que copian todo lo que ven. Y digo que es peligroso porque en la mayoría de los casos, esas chicas no van a llegar a ser lo que ven en pantalla más allá de que hagan toda la gimnasia del mundo o dejen de comer. Hay que entender que cada persona es irrepetible y que todos los cuerpos son únicos, y aprender a aceptarse tal como uno es. Por propia experiencia aprendí que prefiero estar viva que ser flaca. 

–¿Qué te pasó?

–A los14 o 15 años, cuando recién empezaba a trabajar en Jugate conmigo, estuve muy pero muy flaca, y gracias a eso tuve problemas de salud. No la pasé bien. Y así, flaca como estaba, no era feliz, al contrario. Era mucho más desdichada en ese momento que después, cuando estuve gorda. Estaba tan mal que tenía una imagen mía totalmente distorsionada. Tuve anorexia. Yo me veía gorda, y seguía bajando, y dejaba de comer, era un espanto. Ahora miro las fotos de aquella época y digo:
Por favor, era un asco”. 

–¿Y cómo saliste de esa enfermedad?
–Les pedí ayuda a mis viejos, que me veían mal, pero estaban trabajando tanto que no sabían muy bien qué era lo que me pasaba. En todo ese primer año de
Jugate llegué a ser un esqueleto y yo me seguía sintiendo gorda. Estaba tan triste... Era tal la presión que tenía por estar bien, que me miraba en el espejo y me veía gorda. En un momento no pude más, empecé un tratamiento psicológico y salí. 

–¿Cómo te llevás hoy con tu cuerpo?

–Como no tengo un cuerpo perfecto, trato de cuidarme, pero dentro de los parámetros normales: hago gimnasia y como sano desde hace tres o cuatro años. Y me gusta porque no solo me cambió el cuerpo sino también el metabolismo, la piel y hasta el humor. Aprendí que este es mi cuerpo y que tengo que cuidarme para estar bien. Hoy trato de tener un equilibrio porque no me gustaría volver a estar muy flaca ni muy gorda. Así, como estoy, con mis defectitos, me conformo. Aunque, como cualquier mujer, tengo días en los que me veo bien y otros en que lo vuelvo loco a mi marido con mis inseguridades. 

–¿Y qué opina él?
–Darío es un santo y para él siempre soy una diosa. La verdad es que tengo la suerte de tener un marido que sé que me ama y me cuida muchísimo, tanto como yo a él. Hoy siento que no podría estar con otra persona que no fuera él. Y además lo veo a Franco y mi felicidad se hace eterna. Ahora soy la mujer más feliz del mundo. La familia que formamos con amor entre los tres es mi sueño de toda la vida.

por María Calatayud
producción: Sofía Delger
fotos: Christian Beliera (Asistente: Gastón Beliera)
Agradecemos al Park Hyatt, Sathya y Ricky Sarkany. Maquilló Anita Phillips. Peinó Esteban, para Giordano. Vestuario: Susana Pérez Amigo.La gente se identifica conmigo porque soy una antidiva. Si tengo que elegir entre las luces y mi casa, no lo dudo ni un instante. Sin ir más lejos, el día del estreno de Chiquititas casi me escapé del cine con mi marido cuando terminó la película".">

"La gente se identifica conmigo porque soy una antidiva. Si tengo que elegir entre las luces y mi casa, no lo dudo ni un instante. Sin ir más lejos, el día del estreno de Chiquititas casi me escapé del cine con mi marido cuando terminó la película".

Como cualquier mujer, tengo días en los que me veo bien y otros en que vuelvo loco a mi marido con mis inseguridades. Por suerte es un santo y para él siempre soy una diosa".">

"Como cualquier mujer, tengo días en los que me veo bien y otros en que vuelvo loco a mi marido con mis inseguridades. Por suerte es un santo y para él siempre soy una diosa".

Se llama Franco y tiene un año y cinco meses. Es la pasión de Romina, que a los 26 años, es una madraza de alma: Siempre tuve claro que quería ser mamá -dice-. Mi familia es lo más importante. Me gustaría tener dos chicos más".">

Se llama Franco y tiene un año y cinco meses. Es la pasión de Romina, que a los 26 años, es una madraza de alma: "Siempre tuve claro que quería ser mamá -dice-. Mi familia es lo más importante. Me gustaría tener dos chicos más".

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